AUTONOMÍA, CULTURA, MULTICULTURALIDAD

La autonomía es una expresión clara de la democracia, es la respuesta al reclamo de libertad política, pero ésta debe fundamentarse en el valor histórico de las comunidades, es decir en su identidad.
El Ecuador es un país multicultural, en él coexisten la cultura nacional mestiza con las culturas de las nacionalidades indígenas. A esto se suman simbiosis y síntesis conflictivas en diferente grado y de diferente tipo.
La situación de multiculturalismo no está exenta de contradicciones, inclusive de conflictos, que pueden ser comprendidos únicamente en la interrelación de lo étnico, lo ideológico y lo social.
La wiphala, bandera-símbolo del Tawantin Suyo, simbolizaba el conjunto de pueblos integrados en el estado inca que fue liquidado por la invasión española.

La instauración de dominio colonial implicó el cambio de las estructuras sociales. Perdió su función social la clase gobernante inca y el ejército y las instituciones religiosas dejaron de funcionar. La redistribución de la población y de las riquezas a favor del aparato colonial, arruinó las formas de arte urbano expresadas antes en objetos de lujo para la corte y los templos. Se destruyeron los sistemas de caminos, los de irrigación y los sembríos. Los minerales se extraían de manera muy irracional. Inmensas extensiones de tierra pasaron a manos de los españoles y se aniquilaron plantas y animales que para los indígenas tenían carácter sagrado. Se detuvo el desarrollo de las tecnologías adecuadas al medio ambiente. Los indios se vieron obligados a consumir lo que no producían y a producir lo que no consumían.

El crecimiento económico conseguido durante la época colonial se alcanzó con costos extraordinarios para los indígenas, para su cultura y para su medio natural. La conquista y la colonización españolas fue determinante en la historia de los países americanos y en la historia mundial: el despojo de las riquezas de Abya Yala (el continente americano), especialmente del oro y la plata fue la premisa fundamental para la acumulación del capital en Europa. Sin embargo, a pesar del sometimiento y explotación los indígenas continuaron ligados a la tierra y conservaron la cohesión comunitaria. La tierra y la comunidad siguen amparando hasta ahora sus valores culturales y sus comportamientos sociales.

En la época de la colonia, que se prolongó alrededor de tres siglos, la clase dominante se expresó ideológicamente en el catolicismo. La iglesia manejó esa esfera como patrimonio exclusivo, sus jerarquías superiores estaban integradas por elementos provenientes de los sectores dominantes. Y no hay que olvidar que la iglesia se apropió de las mejores tierras de los indígenas.
La época colonial y su cultura constituyen una premisa histórica básica para el desarrollo y la conformación ulterior de la cultura en el Ecuador.
Como resultado del carácter teocrático imperante en lo político, lo jurídico, lo moral, lo filosófico, lo artístico, las ideas religiosas penetraron profundamente en los procesos culturales. La evangelización y la educación constituyeron el cauce más apropiado para la imposición religiosa.

En la vida diaria de toda la sociedad se impuso la rigidez dogmática y los significados religiosos. El modo de pensar y sentir, las costumbres, las diversiones eran reguladas por la autoridad eclesiástica.
Hasta ahora los indígenas, en su mayoría profesan el cristianismo, pero muchos conservan algunos rasgos culturales propios. Sus creencias revelan ideas panteísticas y su moral escapa de los rígidos preceptos cristianos. Un ejemplo es el sano y alegre sentido del erotismo que anima la vida social. La moral indígena se sigue normando por antiguos preceptos: no robar, no mentir, no ser perezoso.

Solo con las ideas del liberalismo empezó a gestarse en Ecuador una nueva cultura. La vinculación del país al mercado mundial, el proceso de acumulación del capital y el desarrollo de la burguesía comercial promovieron condiciones para el tránsito de la cultura colonial a una nueva, más moderna y tolerante. Nuevas ideas surgieron en contraposición al régimen colonial; también se recibieron influencias del pensamiento burgués europeo, ante todo del que impulsó la Revolución Francesa, y de las ideas emancipadoras que auspiciaron la independencia de las colonias norteamericanas.

A la imposición religiosa se contrapuso la libertad de conciencia. A la educación clerical, la laica y gratuita. Al derecho elitista y a las prácticas civiles aristocratizantes, leyes y prácticas más democráticas. El arte y las costumbres se fueron liberando de la férula religiosa. El significado de la transformación liberal en Ecuador tiene en muchos aspectos alcance histórico perdurable aún ahora. Pero los cambios económicos y sociales y las ideas liberales no beneficiaron a las zonas rurales. Los indígenas siguieron relegados en las haciendas, de donde salían solo ocasionalmente; continuaron imposibilitados de expresar las demandas que sus derechos requerían.
Marginados de la ventajas de la vida urbana y sobre todo de la vida política, diseminados aquí y allá a lo largo de la cordillera andina, revelaban su opresión solo a través de los reclamos de tierras. Los pueblos indios de la región amazónica, amparados por la selva, recibieron con menos violencia el impacto de la colonización, pero el aislamiento no permitió el desarrollo de sus culturas.
En la práctica, la burguesía liberal cedió a las pretensiones económicas e ideológicas de los latifundistas serranos y de la Iglesia, que retuvo su importancia en la práctica cultural. La burguesía liberal fue incapaz de conservar y desarrollar sus iniciales propuestas democráticas. Si en la conciencia burguesa naciente la realidad comenzó a ser sometida a juicio crítico, pronto la burguesía bancaria y agroexportadora perdió su capacidad de comprensión histórica del capitalismo, a cuyas reglas obedecía.

La concepción liberal sobre el individuo como ser socialmente activo se contradice con las condiciones que el sistema impone a la acción individual. El carácter de clase limita los logros culturales. La ciencia, la técnica, el disfrute del arte, es decir, la cultura en el amplio sentido sólo beneficia a una minoría privilegiada, y devienen en medios para discriminar a las mayorías. En el caso del Ecuador, en aquel período, la cultura se desarrolló débilmente por el sometimiento económico e ideológico al imperialismo norteamericano, a cuya acción las clases dominantes no están interesadas en enfrentarse.

A medida que se ha ido acentuando el desarrollo capitalista, en Ecuador se ha ido intensificando la penetración ideológico-cultural de los Estados Unidos, manifestada sobre todo en la llamada cultura de masas. Este tipo de cultura propia de capitalismo desarrollado se traduce en instituciones que están al servicio del sistema dominante. La cultura de masas -agencias noticiosas, televisión, cine, publicidad- se impone en la práctica cultural y se introduce de a poco, pero con persistencia en los sectores populares e indígenas.

En un país con polos sociales muy marcados, como es el caso de Ecuador, la cultura no es homogénea. La cultura popular incluye elementos de la cultura popular española y se reproduce en las pequeñas ciudades de provincia. Es el caso de la arquitectura, del teatro popular, de la literatura oral, de algunas comidas y costumbres. Este factor no desvirtúa el carácter nacional de la cultura popular porque ya es patrimonio de muchas generaciones que la han utilizado a diario.
El contacto de la cultura popular con las culturas indígenas, sobre todo en la región de la Sierra, ha permitido una simbiosis, un nuevo tipo de cultura articulada con elementos de distinto origen. Una muestra son las fiestas populares en las zonas rurales. La cultura de la Costa refleja pocos rasgos de las culturas indígenas desaparecidas manifestados en especial en la preparación de ciertos alimentos. En la zona de Esmeraldas, por otra parte, quedan unos pocos elementos de la cultura africana.

Desde su establecimiento, en 1830, el estado ecuatoriano se mostró como incapaz de garantizar la igualdad étnica, pues solo respondió a los intereses de una incipiente nación hispano-ecuatoriana y no pudo, ni intentó siquiera, captar y recoger las características y necesidades de los pueblos indios. De esta manera se sancionó legalmente la oposición que ya existía entre la cultura dominante y las culturas oprimidas.

Relegadas a un plano de discrimen, las culturas indígenas no han contado con condiciones favorables para su desarrollo. A pesar de lo anotado, los siglos de convivencia en un mismo territorio en una y otra comunidades nacionales se han ido creando rasgos comunes de cultura, símbolos y códigos de comportamiento social. Lógicamente es la cultura dominante la que ejerce mayor influencia, la que se impone sobre las culturas indígenas. Pero estas, si bien han cedido parte de su personalidad, oponen resistencia a los patrones ajenos, que llegan en forma de prohibiciones religiosas, consignas políticas, educación, medios de comunicación.

Sin embargo, no se debe confiar tan solo en la capacidad de resistencia de los pueblos indígenas. Es un hecho palpable que la asimilación a la cultura dominante es progresiva. Es, urgente, por lo mismo, dedicar todos los esfuerzos y no solo el de los indígenas, para encontrar alternativas de salvación.

A medida que se profundiza la conciencia de la dominación, el aprecio de los indígenas por su cultura va cambiando y se comprende, cada vez mejor, que no hay culturas superiores ni inferiores, sino que todas representan sistemas equivalentes, con mayor o menor grado de desarrollo histórico.

Todas las culturas están dotadas de valores específicos, que pueden desarrollarse, siempre que se parta del principio de que la igualdad de las culturas supone la igualdad de los pueblos. Sin embargo esta línea no cabe que sea sostenida por individuos aislados. Son los movimientos organizados los que pueden responder a las aspiraciones de democracia e igualdad.

La educación intercultural bilingüe, llevada adelante por los propios indígenas, ha impulsado activamente su lucha, pues valora su historia, las culturas y las concepciones indígenas sin menospreciar la cultura hispano-ecuatoriana.

A su manera, las culturas indias expresan los grandes valores universales. En la solemnidad de las fiestas, en el refinamiento de los vestidos, en la calidez de las relaciones familiares, en la educación de los niños, en la cosmovisión, en la solidaridad colectiva se traducen los valores más profundos y significativos de los seres humanos.

La cultura mestiza dominante tiende a imponer a los indios sus propios valores y concepciones; inclusive se apropia de las manifestaciones indígenas, las disfraza, las falsifica y utiliza para sus intereses nacionalistas. No se trata, por supuesto de presentar a las culturas como antagónicas, incompatibles e irreconciliables. Una posición de esta naturaleza, no haría sino abogar por el encerramiento y el empobrecimiento de las culturas. Lo que se debe exigir es el mutuo respeto entre las culturas y los pueblos.

En lo referente al factor lingüístico cabe la comparación del español, la lengua oficial del estado ecuatoriano, frente a las lenguas indias que se encuentran en situación de opresión. Como lengua oficial, el castellano, fue impuesto desde la época colonial. Es la lengua utilizada en las leyes, en las instituciones estatales, en la enseñanza, en los medios de comunicación colectiva, en todos los ámbitos e instancias de la vida pública. Se la usa también en la literatura, en las publicaciones científicas y técnicas.

Las lenguas de los pueblos indios han sido relegadas a ambientes familiares, y han quedado limitadas a formas de comunicación restringidas. Por ser orales fundamentalmente, son transmitidas de generación en generación, pero en esa trasmisión pierden elementos de su sistema lingüístico.

Los desequilibrios y diferencias entre el castellano y las lenguas indias no se explican porque estas sean inferiores originalmente. Las causas deben buscarse en la situación de discrimen que soportan los pueblos indios. Corregir la desigualdad entre la lengua dominante y las lenguas oprimidas compete la voluntad política de los indios, pero también a políticas estatales que resultan imprescindibles en el momento actual.

En las culturas y en las lenguas radica la esencia y el sentido de identidad histórica de los indios. Cada persona que toma conciencia política de su opresión, sabe que en la lengua y la cultura debe apoyarse para afirmar "yo soy quien soy", trátese de un quichua, de un shuar o de un waorani.

Los indígenas se ven forzados a aprender el castellano y a optar por valores culturales ajenos, por la necesidad apremiante e ineludible de involucrarse en el sistema económico. Felizmente, la valoración social sobre los indígenas va cambiando a medida que su proceso de lucha avanza.

Por primera vez se ven indios en puestos públicos, y esto destruye los estereotipos. Hay una renovación de la cultura, están madurando paradigmas culturales nuevos; más aún, en la actualidad, el enfrentamiento de los indígenas a las injusticias del sistema marca toda la situación cultural de todo el país. Los levantamientos indígenas son actividades de gran intensidad social, que han generado muchos estudios y ensayos académicos.

Los levantamientos impulsan, además, la actividad estética. Los pintores primitivistas de Tigua han pintado a su estilo y manera todo el proceso de esta comunidad campesina muy alejada de la capital. En varios cuadros se puede ver como se organizaron en la comunidad, como llegaron al pueblo, como viajaron hasta Quito, como se tomaron el parlamento y llegaron al palacio de gobierno, y hasta se puede identificar a los líderes en los balcones del Palacio luego de la huída de Mahuad.

Durante los levantamientos se vitaliza la lengua, se contactan los diferentes dialectos, se recuperan prácticas culturales tradicionales. Las mujeres recorren los campos a la manera de los antiguos chasquis que iban por caminos y chaquiñanes anunciando las nuevas.
La convivencia de culturas, o sea la multiculturalidad y la interculturalidad no son fáciles, suponen una posición ideológica plagada de intereses políticos y económicos; plantea cuestiones de identidad, alteridad, diferenciación, originalidad, racismo, etc. Pero se debe entender que el multiculturalismo y el interculturalismo no significan renunciar a las diferencias, sino la aceptación de esas diferencias en una unidad equilibrada y totalizadora. No se trata de renunciar a la cultura propia, sino de reivindicar diferencias y aceptar la permeabilidad de las culturas en un proceso de coexistencia que beneficie a todos.

A las culturas indias se les ha negado significado y validez en el contexto universal bajo la idea de que el progreso histórico es inherente solo a la cultura occidental. Desde luego no se trata de desconocer el avance científico, tecnológico, económico de la cultura de Occidente, pero en la relación multicultural debe buscarse el equilibrio para que ninguna cultura se convierta en instrumento de hegemonía y represión. Debe abogarse porque el avasallador progreso de Occidente no siga arrasando con culturas que provienen de otros impulsos creativos. Los avances de la cultura occidental deben convertirse en factores positivos para salvar y vigorizar las culturas marginadas. Al mismo tiempo los valores humanos y sociales de las culturas indias, su visión de la tierra como realidad no apropiable, las negociaciones pacíficas en los conflictos, la necesidad imperiosa de libertad pueden otorgar a la cultura de Occidente el sentido de vida y solidaridad que se ha ido perdiendo.