¿QUÉ HAY DETRÁS DE LA GLOBALIZACIÓN?

José Martínez Pisón define la globalización como "la constante y permanente interconexión entre todos los lugares del planeta. Es una interconexión que afecta en primer lugar a las relaciones económicas, pero que se extiende también al ámbito de lo político, lo cultural, lo social, y que tiene por motor principal la revolución tecnológica auspiciada por la informática y la potencia de los medios de comunicación".

¿De qué revolución tecnológica podemos hablar en la comunidades indígenas que se debaten en la miseria en los inhóspitos páramos andinos a los que han sido recluidos y en donde están expuestos a tantos embates de la naturaleza como es el caso de las erupciones volcánicas que sólo en Tungurahua y Chimborazo han cubierto de ceniza las chacras de papas y maíz su alimento fundamental; o, en los bosques húmedos subtropicales depredados por la voracidad de las transnacionales?

¿Qué informática y qué potencia de los medios de comunicación encontramos en las barriadas urbanas y suburbanas de las grandes ciudades de nuestros aniquilados países? ¿Qué interconexión entre todos los lugares del planeta existe cuando pueblos indios como el Chachi en las costas ecuatorianas se debate entre el hambre y la oncocercosis y los científicos del primer mundo ni se enteran de que existe un mosco que al picar produce la ceguera progresiva?

Desgraciadamente parece ser que la globalización necesita de la inequidad, de la disparidad, de la injusticia estructural para perpetuarse. Así, la palabra "globalización" enmascara las enormes e injustas diferencias entre el Norte y el Sur.

Se utiliza ahora la categoría "globalización", más como una construcción ideológica que apela al cumplimiento de un destino inexorable, que como una producción histórica humana susceptible de ser transformada, que compete a todos los pueblos y que en tal virtud necesita de la participación de todos. Paradójicamente nada más excluyente que la globalización, que amenaza con la desaparición de pueblos y culturas vía homogenización y que tiene en sus cálculos eliminar quinientos millones de seres humanos que según sus abigarrados cálculos sobramos en este planeta. ¡Y pensar que fue creado para todos!

Otra falacia inherente al discurso de la globalización, en que si bien en su interior se insiste en sus bondades de liberalización e integración humana a nivel mundial, los países más poderosos se vuelven cada vez más proteccionistas. Pregona la necesidad de liberalizar los mercados y al mismo tiempo impone trabas a la circulación de personas y mercancías provenientes de los países pobres.

Ese mundo al que ahora hemos denominado como un mundo globalizado excluye de los supuestos beneficios de la globalización a la mayoría de la población del planeta, hace de los poderosos más poderosos aún y clausura toda la posibilidad de una vida digna a cerca de tres cuartas partes de la población mundial.

La globalización es por eso un proceso de exclusión autoritario y violento, porque no solo que impone sus reglas de juego en todas partes, sino que amenaza con la expulsión a todos aquellos que no adscriban sus códigos civilizatorios.

La misma concepción de la pobreza se articula dentro de estos códigos civilizatorios. Son pobres los pueblos que no alcanzan el nivel del consumo de los países considerados como más ricos. La pobreza se mide dentro de los parámetros del consumo, de la categoría del homo economicus.

Pero los excesivos niveles de consumo de los países ricos, están agotando las posibilidades físicas de nuestro entorno y se constituye en una de las amenazas más serias que afronta la humanidad al momento, existe la convicción cada vez más creciente de que si el nivel actual del consumo de los países más ricos continúa, el planeta tiene los días contados.

Los niveles de contaminación, destrucción ecológica, degradación ambiental ponen en serio riesgo el hábitat humano. La amenaza es real y se convierte en un peligro inminente dada la posición actual del gobierno norteamericano de no acatar los acuerdos alcanzados en Kyoto.

En realidad, el mundo globalizado es un mundo depredador porque se basa en la noción de acumulación, noción sobre la que se construyen las relaciones humanas e históricas. La acumulación significa que jamás se tendrá suficiente y que dadas las actuales relaciones de poder del sistema, siempre habrá una utilización estratégica de la necesidad.