AUTONOMÍA, MULTICULTURALIDAD Y DESARROLLO SOSTENIBLE EN ECUADOR.
(Planteamiento Preliminar)

El Proyecto Latautonomy se propone esclarecer una serie de problemas actuales que impiden o, por lo menos, dificultan que se den las condiciones necesarias para que amplios sectores sociales del mundo alcancen el bienestar dentro de parámetros éticos, soberanía cultural, coparticipación solidaria, responsabilidad por el estado del mundo, mejor organización política, acceso masivo y racional a los logros científico-técnicos, seguridad ambiental, disfrute de la naturaleza.

La imposición económica, la explotación sin medida de la biosfera, la dependencia, la discriminación, las guerras son manifestaciones del sistema económico-social que impera en el mundo actual: el capitalismo en su expresión neoliberal más desembozada y expoliadora.

El análisis de los problemas y de sus causas, enumerados en los párrafos anteriores requiere de una guía científica apropiada, tanto más que se trata de una síntesis interdisciplinaria de varios campos del conocimiento. Además, exige para revelar el valor de sus conclusiones, la confirmación en la práctica. Sólo en la práctica se podrá separar la verdad del error.

La investigación propuesta se plantea discutir en conjunto varios problemas teóricos y espera interpretar los hechos ajustándolos a tres conceptos interrelacionados entre sí: Multiculturalidad, Autonomía, y Desarrollo Sostenible, que a la vez servirán de matriz conceptual para el análisis. Se los ha planteado antes de que la investigación comience a asimilar su objeto; sin embargo, su empleo conducirá a su enriquecimiento y desarrollo. Estos conceptos que tienen que ver con el vínculo de los seres humanos y la sociedad, el medio ambiente y el poder político dominante, son utilizados en el pensamiento político de los indígenas ecuatorianos todavía con insuficiencia científica. Sin embargo, en su proceso de liberación y en la asimilación de experiencias estos pueblos los emplean a conciencia. Conocer estos conceptos en relación con el avance de los pueblos indios, analizarlos, explicarlos y esclarecer el papel social que desempeñan en sus actividades vitales es uno de los objetivos de esta investigación.

Los tres conceptos, utilizados en el proyecto político de los pueblos indígenas, ponen de manifiesto aspectos y relaciones que se encuentran en otros pueblos del mundo, inmersos como aquellos en conflictivas situaciones étnicas, religiosas, políticas, ecológicas y cuyo pensamiento no se ha registrado aún en forma de concepciones conducentes a formas avanzadas de la vida social.

La lucha indígena en el Ecuador ha alcanzado una madurez tal que su proceso, implicaciones y dificultades se ha convertido ya en objeto de reflexión teórica. Los líderes de la CONAIE (Confederación de Nacionalidades Indígenas de Ecuador), la mayor de las organizaciones indígenas del país, manejan tres nociones fundamentales: Libertad, Tierra y Cultura. Son nociones que les permiten generar las acciones para avanzar en su proyecto político-social. Estas ideas correlacionadas e interdependientes en principio y guardando diferencias de contenido cultural y ciertas limitaciones teóricas corresponden a los conceptos que se propone dilucidar la investigación Latautonomy. No hay mayores dificultades para dar el paso de la una tríada de conceptos a la otra. Esta coincidencia es una demostración de que hay problemas actuales que competen a la humanidad entera. Los acontecimientos protagonizados por los pueblos indígenas en las últimas décadas pueden ser los primeros pasos para el establecimiento de una democracia verdadera y más amplia en el Ecuador.

Todos los ecuatorianos somos testigos de que se trata de un proceso original e innovador en el que los pueblos indios van dando forma a su vida política. En el avance de su lucha han ido surgiendo instituciones públicas en las que, luego de muchos siglos, comienzan ellos a ejercer su voluntad. Al reflexionar sobre estos acontecimientos de manera general, se puede prever lo que podría ocurrir en el Ecuador en los próximos años. Los indígenas conquistan nuevos espacios de libertad sin traicionar su identidad y no darán marcha atrás.

ANTECEDENTES HISTÓRICOS DEL MOVIMIENTO INDÍGENA
Desde 1926 el movimiento campesino recibió el apoyo del Partido Socialista y, luego del Partido Comunista, que impulsó la formación de los primeros sindicatos campesinos, cuya base mayoritaria la constituían los quechuas de la zonas rurales de la región de la Sierra.
El empeño principal de los sindicatos se orientó hacia la posesión de las haciendas públicas que representaban una significativa parte de tierras laborables. Las reivindicaciones de los indios incluían, además, el aumento de salarios, la disminución de la jornada de trabajo, la mejora de las condiciones de laboreo, el pago salarial a las mujeres.
La organización indígena expresada en los sindicatos fue fortaleciéndose y expandiéndose a otros sectores de la Sierra.
En 1943 se reunió una conferencia de dirigentes indígenas que dio algún impulso al movimiento. En 1944 se conformó la Federación Ecuatoriana de Indios (FEI) con e apoyo del Partido Comunista y la Confederación de Trabajadores del Ecuador (CTE). La FEI encauzó algunos reclamos , pero no planteó con fuerza suficiente la reivindicación de las tierras en posesión de los grandes latifundios.

En las décadas del 50 y del 60 los indígenas comienzan a asumir la dirigencia y la organización del movimiento. En sus análisis insertan su problemática en la cambiante realidad del país, cuya modernización agraria se expresó en la promulgación de la Ley de Reforma Agraria de 1964, con cuyo carácter y objetivos los indígenas no estuvieron de acuerdo.

Mientras tanto las comunidades que no estaban sujetas a formas serviles de trabajo en las haciendas se vincularon a los centros parroquiales y a los cabildos en la administración pública.
Las ideas de la Revolución Cubana calaron hondo en los partidos de izquierda. La división y repartición del latifundio pasó a ser una preocupación importante de su ideología, con lo que la causa indígena se reforzó, divulgándose la justicia de sus reclamos.

Los empeños indios obtuvieron también el apoyo de los sectores progresistas de la Iglesia Católica, que a partir de 1962 toma como referencia para su acción evangelizadora los postulados del Concilio Ecuménico Vaticano II. La Iglesia de Riobamba, con el Obispo Leonidas Proaño a la cabeza, ya ocho años antes se había pronunciado a favor de los indios, identificándose con sus anhelos y contra la explotación, el discrimen y la desigualdad que soportaban. En una de sus cartas escrita para un amigo dirá: "Yo quisiera dar al indio: tierra, libertad, conciencia de su dignidad, cultura y religión".

A partir de los hechos anotados el movimiento indígena inicia un proceso encauzado a cumplir por sí mismo sus objetivos, abierto a perspectivas más amplias y prometedoras.
Hoy por hoy la lucha indígena nos muestra la política en su mejor versión. Se trata de pueblos agobiados, pero que aún así se esfuerzan por expresar esperanzas para sí mismos y para todos sus compatriotas. En ese esfuerzo se pone de manifiesto no sólo lo que los indios tienen de común entre sí, sino con todos los que compartimos las mismas ilusiones. El principal imperativo en que se basa la lucha indígena es "nada solo para los indios". El deseo de compartir ideales y esfuerzos se concretan en los grandes levantamientos indios que son el mecanismo más enérgico para garantizar la vigencia de las libertades políticas.

ESPACIOS DE LIBERTAD Los logros de la lucha indígena muestran que la única forma de superar la dominación y la opresión consiste en multiplicar unidades y jurisdicciones políticas y administrativas que propicien el autogobierno. Los espacios de libertad se han ido concretando en instituciones culturales y en poderes locales inclusive en instituciones del gobierno central.
El estado ecuatoriano actual constituye el obstáculo principal para la creación de espacios autonómicos, ya que por principio trata de modelar la sociedad de acuerdo a los intereses de los sectores dominantes. Esta es la razón por la cual la autonomía indígena busca poner límites al poder estatal. Por cierto, los indígenas cuentan ahora con el respaldo de la Constitución. Los parlamentarios indígenas y sus aliados han conseguido que se introduzcan cambios constitucionales para proteger los derechos lingüísticos, culturales y económicos de los primeros, pero, además, para garantizar el derecho que tienen en tanto pueblos a tomar sus propias decisiones y a contar con sus estructuras de mando.

La actual carta política del Ecuador garantiza la propiedad de las tierras comunales, el usufructo, administración y conservación de los recursos naturales renovables; prevé, asimismo, consultas entre el Estado y los Pueblos Indios sobre planes y programas de prospección y explotación de recursos no renovables que se encuentren en sus tierras y que puedan afectarles ambiental y culturalmente. La Constitución garantiza la conservación y promoción del manejo de la biodiversidad y el entorno natural.
Garantiza la conservación y desarrollo de las formas tradicionales de convivencia y organización social y del ejercicio del mando; también el desempeño de las autoridades indígenas para que ejerzan funciones de justicia aplicando normas y procedimientos de acuerdo a sus propias culturas.

Por otro lado, ratifica que el territorio ecuatoriano es indivisible y declara que para la administración del estado y la representación política existen provincias, cantones y parroquias.
Un aspecto novedoso radica en la admisión de circunscripciones territoriales indígenas y afroecuatorianas que serán definidas por la ley respectiva. Los organismos seccionales y autónomos serán ejercidos por consejos provinciales, concejos municipales y juntas parroquiales; se prevén organismos para la administración de las circunscripciones territoriales.

En las últimas elecciones los indígenas accedieron, a través del Movimiento Plurinacional Pachakutek, que aglutina a sectores populares y a los pueblos indígenas, a alcaldías, prefecturas, consejos provinciales, concejos municipales y juntas parroquiales. Sin embargo, hay dificultades porque las autoridades indígenas deben involucrarse en las instituciones existentes para tomar decisiones. Tampoco es fácil imponer límites al ejercicio del poder del estado y llevar adelante la autonomía de los pueblos al mismo tiempo.

En relación a otras constituciones latinoamericanas, la ecuatoriana demuestra que una nueva conciencia política va surgiendo sobre las bases progresistas. Sin embargo, las leyes derivadas de la carta política avanzan lentamente: la ley de Nacionalidades y Pueblos Indígenas y la ley de Administración de Justicia Indígena están entregadas a la respectiva comisión del parlamento para que reciban el visto bueno para su tramitación, pero aún no hay decisiones concretas.

La posibilidad de alcanzar espacios autónomos fue planteada ya hace algunos años por los indios, pero, por tratarse de sectores menospreciados socialmente, no se le dio la atención debida. A pesar de ello, en las organizaciones indígenas es un tema de permanente análisis. La autonomía indígena incluye aspectos culturales, lingüísticos, organizativos, sociales, territoriales, institucionales, todos ellos se deducen con evidencia lógica de la historia y de elementos étnicos diferenciados.
Los indígenas conciben la autonomía no como competidora ni enemiga del estado, sino como canalizadora de la libre expresión de su identidad de pueblos. Aspiran a alcanzar una autonomía que permita una interrelación justa y equitativa entre todos los ecuatorianos a partir de un tratamiento igualitario de proyectos de desarrollo, lenguas, culturas, territorios, medio ambiente. Esperan que el estado les confiera la ciudadanía sin sacrificar su identidad. Pero en el camino hacia la democracia se interponen barreras duras de romper.

Últimamente se levantan en el Ecuador voces eufóricas que no provienen de los pueblos indígenas sino de las oligarquías y que claman por la autonomía. Esos reclamos, originados en los intereses económicos de los grupos más reaccionarios del país, no representan la voluntad popular; obedecen a aspiraciones regionalistas y a pretensiones económicas de grupos acostumbrados a presentar sus asuntos y ambiciones particulares como razón de patria y de país.

La propaganda de autonomía regionalista inunda los medios de comunicación colectiva y hace vacilar la posición de los indios, crece su escepticismo y comienzan a cambiar sin mayores argumentos el concepto de autonomía por el de descentralización, cediendo sus ideas ante la posición de los grupos dominantes. Sin embargo, el concepto de autonomía no es equivalente al de descentralización.

Entre autonomía y descentralización existen rasgos comunes y variantes significativas. Lo común es que una y otra defienden diferencias, lo distintivo es que la descentralización se adopta como régimen administrativo allí donde las diferencias no llegan a ser muy marcadas (caso de las distintas regiones del país), mientras que el sistema autonómico se instituye cuando se quiere hacer justicia a comunidades como los pueblos indígenas, cuyo anhelo de libertad constituye una reivindicación histórica. Como lo reclama la propia realidad del país, fuertemente mestizada, la autonomía indígena requiere de instituciones que deben ser a la vez propias y abiertas para impedir que las comunidades se conviertan en ghettos y para evitar que la discriminación cambie de sujeto.

En procura de normas democráticas la dirigencia indígena maneja también la noción de estado plurinacional, que como se ha visto en el avance de la lucha de los pueblos indios, no tiene una expresión única, ni se puede asimilar al estado centralizado y burocrático de los antiguos países socialistas de la Europa Oriental. El estado plurinacional para los indígenas tiene un contenido preciso aunque no bien elaborado todavía. Se lo comprende en relación con las necesidades propias y las posibilidades reales de estos pueblos. No se persigue la federación ni, peor aún, la secesión. Lo que se reclama es la posibilidad de alcanzar formas democráticas dentro del estado.

Las propuestas indígenas presuponen las respectivas consecuencias jurídico-políticas, lo que significa vínculos con el estado como un camino a la coexistencia justa entre nacionalidades y ciudadanía.
Aparte de este proceso de integración en el estado, hay el hecho de que las comunidades tradicionales que conforman los pueblos indios han mantenido su lengua, su tradición y territorio. Aquí rigen la palabra, el compromiso colectivo, la familia. Su estabilidad ha permitido absorber a cualquiera que se avenga a sus costumbres. Teniendo como punto de partida las comunidades tradicionales, los indígenas se han ido agrupando en organizaciones de diferente nivel jerárquico como un sistema paralelo al sistema estatal. Esta forma de organizarse es tradicional entre los pueblos indígenas.

En 1744, Canassatego, jefe de la Liga Iroquesa, al hablar ante la Asamblea de Pensilvania, a la que acudieron indígenas y británicos, analizó las dificultades que había para agrupar a las colonias inglesas en una sola organización y aconsejó que se unieran de acuerdo al modelo de los iroqueses. La Liga unía a las principales naciones indígenas, cada una de las cuales era regida por un consejo compuesto de delegados, elegidos por las tribus de esa nación. Cada una de aquellas tenía sus propias autoridades y un consejo que decidía sobre sus asuntos particulares y ejercía jurisdicción territorial.
Los delegados a más de pertenecer a los consejos individuales, integraban el gran consejo de la Liga que se encargaba de los problemas del conjunto de naciones. En el gran consejo todos los delegados ostentaban la misma autoridad y los mismos privilegios, y se diferenciaban solo por la capacidad de convencer, concertar y hermanar.

Benjamín Franklin, se maravillaba con el sistema iroqués de gobierno y entendía que expresaba un profundo sentimiento de independencia y de dignidad, tanto más cuanto que se trataba de un modelo desconocido en el Viejo Mundo, donde no se había alcanzado esa práctica de participación política.
Sólo ahora, ya con una perspectiva democrática avanzada, se aprecia la sorprendente modernidad del sistema político iroqués y se lo estima como el aporte fundamental para el modelo federalista.

Los indígenas ecuatorianos, tan pronto pudieron superar el aislamiento que los recluía en los latifundios y deslindarse de las posiciones sindicalistas, comenzaron a organizarse de acuerdo a sus propias tradiciones. Así nació en 1986 la Conaie (Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador), conformada por diez nacionalidades indias que representan a 27 organizaciones menores y con una estructura y funcionamiento que recuerda a la Liga Iroquesa.
A partir de sus propias organizaciones los indios del Ecuador están estableciendo vínculos con el estado a través del movimiento político Pachakutek y de elecciones a cargos públicos con el voto tradicional. Lo importante es que el estado no les arrebate sus peculiaridades.