REFLEJOS DE MONSEÑOR PROAÑO
Su herencia se refleja:
En las Comunidades Eclesiales de Base,
es recordado siempre como el gestor de las Comunidades. Su vida es un referente para el trabajo de las
comunidades, para profundizar en el conocimiento de Jesucristo encarnado en la realidad de los pobres
que forman que las mismas comunidades, para seguir comprometiéndose en las causas que él defendió,
así, las Comunidades urbanas han ayudado de manera valiosa en los levantamientos indígenas y en las
marchas hacia la Capital con un gesto de solidaridad como lo hubiera hecho el mismo Proaño, pero, esta
vez multiplicado por miles...
En el Movimiento Indígena del Ecuador, es levantado como una
bandera que lo cobija y como una antorcha que lo alumbra. Su nombre, su ejemplo se conservan vivos en
medio del Movimiento Indígena. La opción de lucha no - violenta es una de las muestras palpables de que
creen en la práctica que fue la de Proaño. Como él aprendieron a hacer frente al poder con la verdad en
la mano, sin armas y confiando en la justicia de sus causas.
En algunos sacerdotes y más poquitos obispos, para
algunos sacerdotes la vida de Proaño sigue siendo un referente para vivir en fidelidad la misión
encomendada por el Señor. Los sacerdotes que se educan junto con el pueblo y que comparten con él
sus penas y sus alegrías nos hacen sentir que él sigue vivo. Obispos, que en el Ecuador sigan el camino
trazado por Mons. Proaño son muy poquitos. El Arzobispo emérito de Cuenca que es quien más se le
acerca en la línea profética dijo en alguna ocasión: no me pidan tanto, yo no soy Proaño. En el lecho de
muerte, Mons. Luna preguntó a Mons. Proaño: "Padre, ¿qué debo hacer para seguir tus enseñanzas?" y
Mons. Proaño le contestó: "Todo lo que he vivido y he dicho se encuentra en el Evangelio." El Obispo de la
Iglesia de Sucumbíos tiene una práctica más cercana a lo que fue la línea de trabajo pastoral de Mons.
Proaño, desde la misma manera de organizar la Diócesis restituyendo un puesto protagónico a los laicos,
no en vano participó Monseñor en varias asambleas de evaluación y planificación de esta Iglesia que se
guía por la Constitución "Gozo y esperanza" del Concilio Vaticano II. El Obispo de Sucumbíos y los
miembros de su Iglesia están presentes a todo el dolor que sufre el pueblo sobre todo ahora con la
vivencia del Plan Colombia, y allí tratan de sembrar esperanza para mantener la vida.
En experiencias de educación formal y popular, muchos
educadores escarban en Proaño el método más adecuado para realizar su tarea educativa. Otros,
lo han tomado como patrono, como guía de su quehacer educativo, así, existe un sistema de educación a
distancia que tiene el nombre de Mons. Proaño; algunas escuelas y colegios. Y, sobre todo quienes se
dedican más a la educación no formal, en medio de organizaciones y comunidades, con grupos de
"chicos de la calle" o jóvenes en riesgo buscan en él el método mas adecuado para llegar al corazón
de sus destinatarios.
En Misioneros Quichuas y Misioneros Indígenas, a pesar
de todos los pesares, aunque algunos en la Iglesia han querido "tapar con cemento a Proaño", a veces,
como seguidores clandestinos los Misioneros Indígenas se siguen alimentando de sus recuerdos, de sus
escritos, de sus desafíos en la misión de anunciar a Jesucristo encarnado en su cultura.
En las luchas que ha levantado el pueblo contra la miseria,
él está siempre presente... en las luchas por los hijos desaparecidos o eliminados por el poder, en las
luchas de los jubilados que se debaten en miseria, en los reclamos de quienes han sido estafados por los
banqueros corruptos, en las luchas de los afiliados al Seguro Social Campesino ante la pretensión de
privatizar el Seguro Social que lo subsidia... En tantas y tantas luchas él está animando con su mensaje.
En las reflexiones de los Teólogos del Tercer Mundo, lo
constatamos cuando se reunieron en Quito provenientes de diversos países como el nuestro empobrecido
y creyente. Visitaron su tumba y su oración fue conmovedora, un reconocimiento a su amor de
predilección por los indígenas, a su compromiso con la verdad y con la justicia. Algunos, como Diego
Irarrazábal, recordaban haber trabajado juntos en la Teología India, ese sueño inconcluso que quedó
como tarea para los indígenas creyentes y quienes acompañamos su camino.
En el trabajo de la Fundación Pueblo Indio del Ecuador y en el accionar del Centro de Formación de
Misioneras Indígenas, por fin, él sigue vivo en medio de nosotros. Estas dos instituciones hermanas que
nacieron del último aliento de su vida, tienen como uno de sus objetivos contribuir a mantener vivo su
recuerdo no como algo sentimental sino como un compromiso con sus opciones y su amor preferencial
"por los más pobres entre los pobres."
Este compromiso se asienta en la fe cristiana que él vivió dentro de la Iglesia Católica; en la opción por la
pobreza y por los pobres, por lo mismo, no caer en ninguna forma de corrupción, ni de aprovechamiento
personal de los bienes que nos llegan para mejorar las condiciones de vida de los indígenas; en la
fidelidad a la causa de los Pueblos Indígenas, defensa de su cultura, eliminación de toda forma de
discriminación y racismo. Ahora que ya no está aprisionado por un cuerpo que limitaba su accionar,
su espíritu sigue animando tantas "cosas nuevas" en medio de nuestro pueblo.
Monseñor Proaño en su primera carta en 1954 dirigida a un profesor de Ibarra luego de su consagración
como Obispo de Riobamba, describía así su sueño respecto a la situación de los indígenas: "Yo quisiera
darles tierra, educación, valoración de sí mismos, cultura, religión...." Esa tarea la comenzó nuestro
Fundador en la década de los cincuenta. Esa tarea la seguimos llevando adelante nosotros con la
solidaridad y el compromiso de tantos y tantos amigos que como ustedes son sensibles con esta causa
y con el destino de los pueblos originarios de mi tierra.